Derecho y Revés 1: Críptica jurídica

Hace dos sábados, Rafo León dedicó unas deliciosas líneas a lo que llamó el “Babel de los Juristas” (ver Somos N° 968 del 25/ 06/ 05) en su sección “Abrapalabra”. No le falta razón cuando sentencia: “indefensos ante un lenguaje kafkiano, los sujetos de derecho no entendemos nada.” Y culmina, ingenuamente por cierto, con un reclamo: “(...) algo hay que hacer preventivamente para que el Derecho deje de ser solo un lenguaje asfixiado y un edificio sin cúpula”. El término “preventivamente” no lo utiliza de manera gratuita, pues su artículo comienza con una anécdota en que recibe una notificación judicial en que le indicaban: “diligencia preventiva” y él con justa razón no tenía por qué saber que no lo acusaban de nada, sino que al contrario por tener que rendir su declaración “preventiva” él resultaba ser el agraviado.

Es ingenuo al decir “algo hay que hacer”... Inventos como “resolución” para diferenciarlo de “rescisión” de un contrato (cuando lo que debería hacerse es utilizar el mismo término de “rescisión” y agregarle algún adjetivo que indique si la causal es originaria o sobreviniente para así determinar los efectos del contrato) son imposibles de desterrar del lenguaje jurídico. Pero la prensa siempre hablará de: “la junta directiva decidió RESCINDIRLE el contrato al jugador por bajo rendimiento”. Los que algo saben de Derecho exclamarán: “¡No! Pero si la causal de bajo rendimiento es sobreviniente, o sea, posterior a la celebración del contrato, no se ha rescindido, se ha resuelto el contrato”. Para un periodista y para el público en general, jamás será una resolución, pues eso de que se haya “resuelto” el contrato no huele a terminado, finiquitado, pulverizado, sino a que se acabó el problema y se llegó a un acuerdo... Cuando la realidad es otra: le metieron una tremenda patada al jugador, con la calidad técnica que seguramente éste no tuvo para pegarle al balón... Por eso siempre se dirá en la prensa “le rescindieron el contrato”. ¿Y el abogado? Feliz, así tendrá algo que “corregirle” a sus “perdidos” patrocinados...

Y entonces... ¿Rafo León cree que su invocación tendrá respuesta feliz? ¿Quiénes tendrían que cambiar todo el vocabulario jurídico (ojo, vocabulario, pues no llega a léxico), los mismos que están felices con hablar en latín? El poder litingánster radica en aparentar que son sencillas las cosas complicadas y complicadas las sencillas... Como dice la Chimoltrufia en su también particular lenguaje: no nos hagamos tarugos.

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