“Bati-cambios” de Christopher Nolan o de la “aracnización" de los superhéroes “post-modernos” (disculpen el título)

No cabe duda de que en estos tiempos “la lucha por la justicia” dicho así, sin motivaciones subalternas, no resulta creíble. Ya pasó la llamada “era dorada” de las historietas o cómics (llamados “tebeos” por los españoles) en que el enfrentamiento de superhéroes y villanos se daban porque sí, sin más explicaciones, porque se sobrentendía que el mal debía ser combatido y derrotado, y para ello la existencia de seres (casi digo personas) con esa misión: protegernos contra los criminales (que no siempre son súper criminales) simplemente porque estos son... malos, y ellos... buenos. Así de maniqueo, eran buenos a secas (incluyendo a Aquaman de la DC y a Namor de la Marvel).

Habían excepciones, claro, Batman de la DC y Spiderman de la Marvel. Pero si bien es cierto que ahora Spiderman es la figura principal de la empresa, antes lo fue el Capitán Marvel (remedo patético de Superman y que debido precisamente a ese parecido –demanda de por medio- desapareció definitivamente de las agradecidas viñetas) y hasta cierto punto el Capitán América, quien hoy no dudaría –de existir, y me estoy refiriendo también a una “existencia mediática” que ya perdió hace mucho- en acompañar a Bush en su cruzada contra el terror allá por tierras iraquíes. El Capitán América, su espíritu y su traje han pasado a la historia, se han quedado en su segunda guerra mundial; el pobre soldado ha vuelto al hielo del que espero no salga nunca. Hablan de otra adaptación cinematográfica (ya existe una muy mala). Los realizadores tendrían que cambiarle todo para que recuperen la inversión que seguramente gastarán en efectos especiales, empezando por el atuendo-bandera que en muchas partes del mundo no dudarían en quemar. Y no hay escudo tan grande para tamaño descontento.

Batman, a diferencia de Spiderman, no se ha consolidado como el portador de la bandera de la competencia eterna, la DC. “No eres Superman”, recibiría como respuesta por pretender el primer lugar; una sentencia que curiosamente le lanza la Tía May -en la cinta de Sam Raimi- a un sonriente Peter Parker, un chiste cliché pero que cumple con divertir al público. Además nos demuestra un reconocimiento a una figura emblemática no sólo de la empresa competidora, sino de todo el universo de los cómics y que se ha instalado en el habla popular: “Ni que fuera Superman”, “Qué se ha creído... ¿Superman? Super-man-tenido será”, “Tranquiiiiiiiiilo, Superman”. ¿Batalla perdida la del murciélago? No. Batman es un personaje mucho más interesante y más contemporáneo, menos ingenuo y menos... bueno.

Batman tiene toda mi simpatía lo confieso (además estás líneas sólo son un ejercicio más de subjetividad, eso se sabe), él representa todo lo contrario al “oficialista” Superman, a ese mesías que ha venido a salvarnos (de manera similar en que EEUU se auto-proclama policía del mundo, defensor supremo de “su democracia”), a ese alienígena o forastero salvador vestido de rojo y azul (aunque se sabe que la elección de los colores no fue por nacionalismo, sino por razones técnicas que limitaban la decisión a: cyan, amarillo, rojo y negro). Batman es una alternativa, no la defensa del orden establecido; a él le toca el turno de noche, a la hora en que los niños buenos como Superman se van a dormir y soñar con los aplausos recibidos durante la mañana: “Es un pájaro”, “No, es un avión...”.

¿Que Spiderman también es rojo y azul y posa al costado de la bandera de 50 estrellas al final de su película? Pues, sí. Pero esa identificación y defensa del orden más le pertenece a su tío Ben, ese padre sustituto que murió a manos de un delincuente que el Spiderman egoísta no quiso detener. Parker tiene una vocación científica en la vertiente más técnica, que lo aleja de la sociedad y sus problemas. Él no es un líder, él es un “Nerd”, pero de verdad, no aparenta como Clark Kent con sus ridículos anteojos (que por cierto consagra la fórmula: lentes = loser; sin lentes = Luisa Lane me adora). Parker con o sin lentes, con picadura de araña radiactiva o sin ella, igual es un bicho raro. Además de su personalidad introvertida, lo importante que se debe resaltar es su edad conflictiva, que fluctúa entre la adolescencia y el inicio de la juventud, y la culpa como elemento central que lo motiva a defender algo que en un principio le era ajeno.

De manera acertada, CHRISTOPHER NOLAN le agrega a su versión de Batman estos elementos esenciales del arácnido. Ahora resulta que el pequeño Bruce se siente responsable de la muerte de sus padres y encima cree que es por no haber superado una fobia. Ya no busca simplemente, como en el argumento original, combatir a los criminales que ocasionan o pueden ocasionar tragedias como la que él sufrió. La nueva historia (esta no es una “quinta película de la saga iniciada por Tim Burton”, como dicen algunos, no es la “precuela” como inventan otros –tanto en el fondo como la palabra misma-, sino el inicio de otra versión) transforma a Bruce Waine en una especie de Peter Parker (antes la similitud era sólo su orfandad) pero... multimillonario (un gran “pero” diremos muchos misios).

Los súper fanáticos (los radicales) dirán “ese no es Batman”, ¿pero acaso en la aplaudida película de Tim Burton “ese era el Guasón”? Lo que no se debe olvidar es que las adaptaciones son eso: adaptaciones, no meras copias. Por otro lado, si de comparaciones se trata, ahora tenemos a un Batman que “deja morir a su enemigo” y diferencia esa actitud con el hecho de matarlo: “no te voy a matar... pero tampoco tengo que salvarte”. Cambio interesante en el discurso de los héroes que salvan constantemente a los más crueles villanos, simplemente porque ellos son... buenos. Y se tienen que diferenciar de los malos. Hasta ahora lo único que había evitado que nuestros héroes sean asesinos había sido la fortuna, el “azar dirigido”, ese destino que trazan los guionistas, directores y demás que provoca muertes fortuitas o con mano ajena del ser odiado. Repasemos: el tropiezo del asesino del tío Ben que produce su caída y muerte; el guasón y su muerte estúpida y no producto de una rabia infinita por parte de Batman al enterarse de que ese payaso había matado a sus padres. Con todas las armas en el cinturón, lo más lógico era clavarle un bati-arpón en el vientre. Pero son héroes y no matan a nadie (porque si no matan a esos antagonistas, en realidad no matan ni a una mosca), y a todo esto: ¿por qué tienen que morir los villanos? Por una necesidad de redondear una historia en esas dos horas en la sala oscura. En las historietas hasta donde sé, el asesino del tío Ben no muere, es un pobre diablo al que llevan a la cárcel, y el asesino de los esposos Waine es innominado (eso de que sea el Guasón empobrece la historia), no se sabe más de él. Así es más fácil que adquiera la forma de símbolo. Todos los villanos posteriores son los asesinos de su padre. En el caso de Peter Parker, la venganza no se presenta como una opción tan seductora porque al no vindicar la muerte con otra muerte, reivindica el ideal de su tío Ben. “El que puedas hacerlo no significa que lo tengas que hacer”, refiriéndose a evitar el abuso y por supuesto: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.



La estrella del nuevo film de Batman, el inglés Christian Bale (izquierda) posa al lado del director Christopher Nolan. (Foto AP)

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