Ahora sí veamos detalles que hacen memorables a esos cumplidos:
1) Melvin “la hace larga”. Genera expectativa, como buen novelista que es (tiene 62 libros de temática romántica con bastante éxito de ventas), parte de un punto incierto hasta llegar a un lugar común, pero que por el antecedente ya se ha transfigurado. Remata y define bien, con dotes de cuentista o de jugador brasilero de fútbol.
Acá el tamaño sí importa. Extiende primero todo un largo relato para luego dar paso a una frase corta y contundente. Pero el piropo está compuesto de las dos partes, ambas son inseparables, por tanto no se debe confundir el piropo con la frase corta al final.
2) Melvin no sólo habla de ella, de Carol, pues en ambos casos se menciona él también, se incluye: “que yo quiera ser mejor persona” y “que yo me sienta bien conmigo mismo”.
Pero tildarlo de puro egotismo (que en cierta medida podría serlo por su condición neurótica, programada: yo debo hacer tal o cual cosa) sería un error. Principalmente, lo que se pretende generar es un vínculo: no eres tú (qué linda es tu boca, tus ojos, tu andar, ¡bah!) ni soy yo (¡te quiero, me muero si no te “tengo”, doble ¡bah!), somos los dos, eso. Ambos están en igual medida comprometidos en esas palabras. Yo te necesito, pero tú también (al fondo alguien recita sin sutileza algo más o menos así: “porque nadie te amará como yo te he amado”. ¿Recuerdan? Triple ¡bah!).
En este punto aparece en mi cabeza la imagen de una Marge exigiéndole a Homero que le diga qué le puede ofrecer él que otro no pueda. Y luego de un día terrible, Homero Simpson, de rodillas, le contesta: total y absoluta dependencia. Marge protesta y Homero aclara: nadie en este mundo te necesita más que yo. Sentencia que entre líneas nos dice: nadie valora más lo que tú haces, en cada detalle, en todas esas labores domésticas, en ese vaivén de planchar la ropa y servir el desayuno; nadie aprecia más eso -pese a que al parecer casi simepre lo olvido- que yo, tu pelado y borracho Homero.
3) Los de Melvin no son cumplidos o piropos, en sentido estricto. Son declaraciones completas. No son propuestas (de las que se suelen confundir con declaraciones), no son preguntas escondidas (¿quieres?), invitaciones; son todo eso y más. Son la manifestación de una unión de cotidianeidades. Describen una realidad. Y la presentan en sus detalles más diarios, rutinarios, naturales. Dos vidas que ya están juntas y se alimentan entre sí en lo ordinario, que es lo único seguro y cierto. Porque no hay noches fantásticas o citas memorables. No. Acá no hay magia de prestidigitador barato, no hay conejos ni palomas para alegría del público. Hay tocino, pan, “declaraciones de no sexo”, pastillas. No existe el deslumbramiento “titanesco” (hace siete años "Titanic" arrasó con casi todos los premios Óscar, pero entre los no conseguidos estuvieron por supuesto: mejor actor (Nicholson) y mejor actriz (Hunt) precisamente por “Mejor... Imposible”), no hay gritos desesperados de un amor fugaz: “¡Rose!”, “¡Jack!”. No hay escenas en la punta (proa) de un barco gigantesco, mirando el horizonte, un atardecer, con el inmenso mar, brazos extendidos, cogida de cintura, con la sensación de volar, Jack, Rose, Jack, Rose... No, acá hay tocino, pan, “declaraciones de no sexo”, pastillas.
Ella grita: “¡Por qué no puedo tener un novio normal!”. “Eso no existe”, le indica su mamá con resignación y sabiduría de gente mayor. La normalidad entendida (confundida) como lo ideal, no existe.
Así, lo único cierto son los momentos comunes que se transfiguran por la visión o revisión que hacemos. Como la enumeración también clásica que le hace Harry a Sally en la escena final de otra notable comedia romántica: adoro la arruga que se forma allí en medio de tus cejas, o algo así, entre otras conquistas verbales.
Y este punto se relaciona con el anterior. Claro, el unir cotidianeidades significa una historia común de necesidades, de pequeñas dependencias.
Finalmente, ¿Cómo se puede reaccionar frente a un piropo? ¿Qué queda?
Bueno, si es un cumplido nomás, la persona halagada puede mirar, si así lo desea, con bastante desdén al atrevido. Pero si se trata de un “piropo–declaración”, sólo le queda ir a comprar pan caliente con el neurótico o repetir como Sally un “te odio, te odio” mientras llora y abraza al idiota de Harry, quien -por casualidad quizá- también luce con orgullo su amplia frente brillosa.
VER PRIMERA PARTE DE ESTE ARTÍCULO
Mejor... Imposible: acercamiento a dos piropos memorables (segunda parte)
Etiquetas: cine, Helent Hunt, Jack Nicholson
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